II Concurso Cadena SER XIX

Foto de Rozemarijn van Kampen en Pexels
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Cada semana la frase de inicio de los microcuentos será la última frase del texto ganador de la semana anterior. Extensión máxima del texto es de 100 palabras (sin contar la frase de inicio ni el título).

Semana 19: Cómo íbamos a imaginarnos que no sabía nadar


Un error lo tiene cualquiera

¿Cómo íbamos a imaginarnos que no sabía nadar? ¡Pero si viene del planeta Neptuno! Solo queríamos gastarle una broma, una pequeña novatada al estilo terrícola. Ahora malvivimos en una cueva perdida del desolado Plutón, perseguidos por cazarrecompensas espaciales como en las viejas historias de los forrajidos del salvaje Oeste. No me puedo creer que por un accidente así hayamos provocado la primera guerra interestelar.

 

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II Concurso Cadena SER XVIII

Cada semana la frase de inicio de los microcuentos será la última frase del texto ganador de la semana anterior. Extensión máxima del texto es de 100 palabras (sin contar la frase de inicio ni el título).

Semana 18: Su marido era insufrible.


Un cambio de aires

Su marido era insufrible, vago, machista… una joya, vamos. Y luego, la pobre mujer, desaparece en extrañas circunstancias: nunca se encontró el cuerpo. Incluso todavía hay gente que piensa que el marido estuvo implicado.

Recordé toda esta historia al ver el parecido que tenía aquella mujer de la playa. El peinado no era exactamente el mismo y los ojos tenían un brillo especial, pero lo que más destacaba era la preciosa y enorme sonrisa que vestía.

 

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II Concurso Cadena SER XVII

Photo by Daniil Kuželev on Unsplash
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Cada semana la frase de inicio de los microcuentos será la última frase del texto ganador de la semana anterior. Extensión máxima del texto es de 100 palabras (sin contar la frase de inicio ni el título).

Semana 17: Dígale, agente, que no tuve más remedio que matarle.


Tiene los ojos de su madre.

Dígale, agente, que no tuve más remedio que matarle. Algo salió mal durante la operación. Pero valió la pena, ¿verdad? Fíjese bien en mi creación, agente, y dígale a su mujer que lo siento.

El agente sabía que su mujer estaba perfectamente, que aquel loco solo quería provocarle, pero algo en su mirada le hizo dudar. Volvió rápidamente a la escena del crimen con una corazonada y contempló la monstruosidad: diferentes partes de hombres y mujeres cosidas en un solo cuerpo para crear lo que aquel perturbado consideraba el humano perfecto. Un escalofrió recorrió su espalda al darse cuenta de que reconocía esos preciosos ojos azules.

 

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